sábado, 4 de noviembre de 2017

Dando nombre a Urano

Urano, su sistema de anillos y su atmósfera. APOD 18-11-2004
Desde la antigüedad se conocían 5 planetas (además de la Tierra): Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. La razón es muy simple. Estos objetos son cuerpos muy brillantes, distinguibles fácilmente a simple vista en el firmamento nocturno y cuyo movimiento respecto al fondo de estrellas fijas era fácilmente estudiable ("planetas", que en griego significa "errante", "vagabundo"). Sin embargo, Urano y Neptuno, debido a su distancia, están en el límite de observabilidad a simple vista, por lo que pasaron desapercibidos durante siglos y siglos. Aunque, siendo estrictos, esto no fue exactamente así. Hay indicios de que Hipparcos en el año 128 antes de nuestra Era, John Flamsteed en el año 1690 y Charles Le Monnier (1750 y 1769) ya abistaron Urano, al que confundieron erróneamente con una estrella.

Posteriormente, en 1781, Sir William Herschel, midiendo paralajes estelares (pequeños cambios en las posiciones de las estrellas "fijas"), se percató de que había un objeto de aspecto "raro" que pensó podría ser un cometa o una nebulosa. Poco tiempo después, volvió a la zona y notó que este objeto se había movido, confirmando así su posible naturaleza cometaria. Sin embargo, pronto comenzó a decantarse por la hipótesis planetaria. ¿Por qué? Muy simple. Si se trataba de un cometa éste debería cambiar su apariencia y tamaño a medida que el tiempo pasaba así como debía ser aún más difuso. Sin embargo, esto no pasaba, sino que daba la sensación de poseer un disco que a mayores aumentos, mostraba un mayor tamaño aparente. Aunque Herschel al principio se mostraba reacio a renunciar a su idea cometaria para Urano, fue gracias a la insistencia de otros astrónomos de la época que finalmente se convenció.

Retrato de Sir William Herschel
(1785, por Lemuel Francis Abbott)
Así, en el periodo de 1781 a 1783 todo astrónomo en el mundo sabía de la existencia de un séptimo planeta, pero claro, ahora había que ponerle un nombre. El nombre actual, Urano, viene directamente de la mitología griega (padre de Cronos, Saturno; y abuelo de Zeus, Júpiter), sin embargo ha recibido otros nombres a lo largo de la historia. De hecho, el nombre actual no fue ampliamente aceptado hasta 70 años después de su descubrimiento. El propio William Herschell propuso el nombre de "Georgium Sidus". Herschell pensaba que el resto de los planetas eran nombrados según héroes y divinidades antiguas, propias de la época en la que se descubrieron. Así, en una época mucho más "culta" deberíamos regirnos más por la cronología. De esta manera, como en Gran Bretaña reinaba Jorge III, la estrella de Jorge parecía un nombre apropiado.

Sin embargo, más allá de tierras inglesas, este nombre no estaba bien visto, y así es como se propusieron distintos nombres: Herschell, Neptuno (curioso, ¿verdad?) y, finalmente, Urano (si Saturno era el padre de Júpiter, el nuevo planeta tenía que ser el padre de Saturno y abuelo de Júpiter, ordenando por distancia al Sol). Además, nombres como "la estrella reina del cielo", "Dao Yurenat", o "Xiuhtēuccītlalli" fueron también utilizados en otras culturas para referirse a Urano.

Así pues, la próxima vez que observéis este objeto, aunque no distingáis más que un pequeño disco verdoso-azulado, recordad la historia de su descubrimiento y nombramiento. Recordad que dicha luz proviene de un objeto del que grandes astrónomos como Hipatia, Aristarco o Azarquiel no sabían de su existencia, pero que hoy día, gracias a la inversión en ciencia y a la inteligencia humana conocemos mucho más de lo que estos grandes astrónomos podrían imaginar.

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